Dos Realidades de la Cruz
De todas las cosas asombrosas que descubrimos acerca de Dios en la Biblia, lo más maravilloso es darnos cuenta de que Su corazón está lleno de amor y misericordia. No es en realidad lo que merecemos, pero la Biblia revela que Dios – si nos arrepentimos – quiere perdonarnos.
Jesús enseñó y demostró que Dios es el Padre misericordioso y piadoso que recibe a los pecadores. ¡Cristo murió por nosotros! Ese amor perdonador es tan esencial en el carácter de Dios que el apóstol Juan puede decir: “Dios es amor” (1 Juan 4.8).
La mayoría de las personas conoce de modo general la historia de cómo murió Jesús. Muchos saben que Jesús murió pero no comprenden por qué. He aquí dos realidades de la cruz:
En primer lugar, podemos destacar que Jesús murió para redimirnos. En los tiempos bíblicos la redención era un término técnico para el dinero que se pagaba para rescatar a un prisionero de guerra. Eso es lo que Dios hizo cuando Jesucristo murió por nosotros. El apóstol Pedro dice que teníamos que ser liberados de la vida inútil y sin rumbo, ser rescatados de esa vieja manera de vivir, ya que a la larga lleva a la muerte y al juicio de Dios.
En la cruz, Jesús pagó (de una vez por todas) por los pecados de todas las personas que crean en Él. Pagó ese precio para redimirnos, es decir: rescatarnos y darnos libertad.
En segundo lugar, murió para reconciliarnos con Dios. Cuando se crucificaba a una persona en el Imperio Romano, se clavaban en la cruz la lista de sus delitos para que todos supieran la razón por la que se le castigaba. Cuando Jesús fue crucificado – durante la celebración de la Pascua – los soldados clavaron una señal en la cruz que decía: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”. La acusación contra Jesús fue que Él era un rey, un rebelde contra el emperador romano y una ofensa a los judíos que estaban buscando un tipo diferente de rey.
En Colosenses 2.13-14, el apóstol Pablo toma esa metáfora de la acusación y dice que la lista de acusaciones contra nosotros también fue clavada en la cruz. Todas las leyes que habíamos quebrantado, todos los requisitos que habíamos dejado de cumplir que estaban ahora “contra nosotros”, fueron clavados por Dios en la cruz. Se puso allí la lista de nuestros pecados pero no tuvimos que morir por ellos. ¡Jesús murió por ellos en nuestro lugar!
Se han retirado todas las acusaciones contra nosotros, ya que el castigo se ha cumplido. Se nos ha declarado inocentes, no porque lo merezcamos, sino porque todas nuestras ofensas contra Dios se han puesto sobre Jesucristo, quien satisface a Dios el juez justo. ¡Nunca podremos agradecerle o alabarlo de modo suficiente por morir a fin de darnos vida!
Al acercarse la Semana Santa, le animo a reflexionar en estos dos hechos trascendentales del sacrificio de Jesús, de modo que su corazón se abra al amor, el perdón y la gracia de Dios.
¡Vivamos una vida al 100 %!
Por Pastor Rubén Kassabián