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Nota Pastoral

La prueba más grande de todos

La prueba más grande de todos

“Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas” (Éxodo 14:21).

Ante los Israelitas se abrió un camino que los llevaría a la seguridad. En este momento crucial, Dios quería que su pueblo mirase aquellas murallas de agua y creyese que él mantendría el agua separada hasta que ellos pudieran llegar a salvo al otro lado. Para decirlo simplemente, Dios quería que su pueblo tuviese una fe que declarase, “Aquél que comenzó este milagro para nosotros, también lo terminará. Él ya nos ha demostrado que es fiel.

“Mientras miramos hacia atrás, vemos que todos nuestros temores fueron en vano. No debimos de haber temido cuando veíamos venir a los Egipcios. Dios levantó un muro sobrenatural de oscuridad para protegernos de ellos, y no debimos de haber tenido miedo al escuchar sus amenazas toda la noche. Todo ese tiempo, Dios nos proveyó con una luz luminosa, mientras nuestros enemigos estaban enceguecidos por la oscuridad. También temimos en vano aquellos vientos feroces, cuando todo ese tiempo Dios estaba usándolos para abrirnos un camino de escape.

“Vemos ahora que Dios sólo desea hacer cosas buenas para nosotros. Hemos visto su poder y su gloria para beneficio nuestro. Y ahora estamos determinados a no vivir más con temor. No importa si esos muros de agua se derrumban. Vivos o muertos, le pertenecemos al Señor.”

Había una razón por la que Dios quería que, en ese momento, Israel tuviese esa clase de fe. Ellos iban a enfrentar un viaje a través del desierto. Ellos soportarían privaciones, peligros y sufrimientos. Así que Él dijo, “Yo quiero que mi pueblo conozca que yo les daré sólo lo bueno. No quiero que estén con miedo de que vayan a morir cada vez que enfrenten el peligro. Yo quiero un pueblo que no le tenga temor a la muerte, porque ellos conocen que soy de confiar en todas las cosas.”

n verdadero adorador no es alguien que baila después que ha ganado la victoria. No es la persona que canta alabanzas a Dios una vez que el enemigo ha desaparecido. Eso es lo que los Israelitas hicieron. Cuando Dios partió el Mar Rojo y llegaron al otro lado, ellos cantaron y bailaron, alabaron a Dios y pregonaron su grandeza. Pero, tres días más tarde estas mismas personas murmuraron enojados contra Dios, en Mara. ¡Estos no eran adoradores – sólo eran gritones superficiales!

Un verdadero adorador es aquel que ha aprendido a confiar en Dios durante la tormenta. La adoración de esta persona no está sólo en sus palabras, sino en su manera de vivir. Su mundo está con calma en todo momento, porque su confianza en la fidelidad de Dios es inamovible. El no está temeroso del futuro, porque él ya no tiene temor a morir.
Mi esposa Gwen y yo vimos esta clase de fe inamovible en nuestra nieta Tiffany de doce años de edad. Sentados junto a su cama durante sus días finales, contemplamos en ella una paz que sobrepasó todo nuestro entendimiento. Ella me dijo, “Abuelo, yo quiero irme a casa. He visto a Jesús, y él me dijo que quiere que yo esté allí. Yo ya no quiero estar acá.” Tiffany había perdido todo su miedo a la muerte y a las privaciones.

Ese es el descanso que Dios quiere para su pueblo. Es una confianza que dice como Pablo, o como Tiffany, “Viva o muera, yo soy del Señor” Esto es lo que hace a un verdadero adorador.
Yo oro para que todos aquellos que lean este mensaje, puedan decir en medio de su tormenta: “Sí, puede ser que continúe enfrentando otra noche oscura, tormentosa. Pero yo he probado que Dios es fiel. No importa lo que venga, yo descansaré en el amor que él me tiene.”
Por David Wilkerson