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Devocional

Un parto doloroso

Un parto doloroso

“¡Oh mis hijos queridos! Siento como si volviera a sufrir dolores de parto por ustedes, y seguirán hasta que Cristo se forme por completo en sus vidas…” Gálatas 4:19 NTV
El nacimiento de una persona es un hecho cotidiano, pero tiene muchos significados. Hoy reflexionaremos acerca de tres de ellos. Así pues, cada nacimiento es un hecho único porque no hay dos personas iguales; es un hecho trascendental porque las personas son almas eternas; es un hecho importante porque Dios tiene propósitos para cada persona. El apóstol Pablo comprendió cabalmente éstas tres realidades y por eso dedicó su vida al evangelismo y al discipulado de los convertidos, siendo este último aspecto el fundamento del crecimiento cristiano.
La carta de Pablo a los Gálatas expresa su desconcierto al enterarse que los hermanos estaban abandonando la gracia salvadora de Cristo para volver a la observancia de la ley para justificación. Pablo había “parido” a los Gálatas, eran sus hijos espirituales. Pablo entendió que el verdadero discipulado es formar a Cristo en nuevas vidas y hoy esa sigue siendo la meta. Esto empieza con el nuevo nacimiento, pues es así que el Espíritu Santo de Dios viene a nuevas vidas. El Espíritu Santo produce en el recién nacido hambre y sed de Dios y de su Palabra. La persona convertida procura congregarse y crecer espiritualmente. La Biblia es su alimento (no hay crecimiento sin Biblia), escuchar la Palabra es su anhelo y le hace crecer en fe, la enseñanza acerca de Cristo y su gracia redentora se convierte en una necesidad imperiosa.
El énfasis del discipulado bíblico es el crecimiento en la gracia y conocimiento de Cristo, que los propósitos divinos se cumplan en los convertidos, y, sobre todo, que las almas eternas perseveren hasta el fin. El discipulado eficaz bíblico no depende de métodos, estrategias o “visiones” nuevas para “atraer” a la gente, tampoco tiene que ver con “afinidad”. El énfasis no debe ser numérico o estadístico, sino el procurar que las personas realmente estén convertidas, ayudarles a conocer a Cristo y enseñarles a caminar con Él. De Apolos, el gran orador que conocía las Escrituras, se dice lo siguiente: “Cuando Priscilla y Aquila lo escucharon predicar con valentía en la sinagoga, lo llevaron aparte y le explicaron el camino de Dios con aún más precisión.” Hechos 18:28 NTV
Autora: Angela Olascoagas de Perez