Durante una crisis financiera muy grave, un granjero cuya casa familiar había pasado de padres a hijos por tres generaciones, se vio obligado a vender todos sus bienes para pagar sus deudas.
Después de que todo fue subastado, volvió al salón, se sentó sobre una vieja caja- pues los sillones también se los habían llevado – y, de repentese dio cuenta de un artículo familiar que colgaba sobre la chimenea, dijo: Gracias a Dios, ahí hay una cosa que no se ha vendido.
Se trataba de una pequeña placa con letras de plata que decía: “Tú, Señor, permaneces”. Estas palabras consolaron al hombre, porque le recordaban que su más rico tesoro, el amor de Dios y la salvación que Jesucristo provee, no se lo puede quitar nadie.
Muchas veces ponemos nuestra confianza en las cosas terrenales, pasajeras. Nos apoyamos en la casa, el automóvil, una cuenta bancaria, un buen trabajo o hasta en la misma gente que nos rodea. Lo cierto es que todas estas cosas son pasajeras, nada de lo que poseamos, ni siquiera la salud, es permanente.
Lo único eterno e inalterable es Dios, su amor y fidelidad. Por mucho que nosotros le fallemos, Él jamás lo hará, sin importar las circunstancias permanecerá fiel a su palabra.
“Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo”. 2 Timoteo 2:13 (RVR1960)
No importa las circunstancias que estés atravesando, ni si tu familia y amigos te han abandonado, lo cierto es que Dios nunca lo hará y en Él tienes el mayor tesoro que puedes anhelar.
Dios no sólo permanecerá fiel a quienes temen su nombre, sino que, como declara el salmista, lo hará por generaciones.
“Pues el Señor es bueno. Su amor inagotable permanece para siempre,y su fidelidad continúa de generación en generación”. Salmos 100:5 (NTV)
Recuerda que en todo tiempo, bueno o malo, es Dios quien permanece con nosotros, su amor no mengua y ninguna adversidad impedirá que cumpla los planes que tiene para tu vida.
Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.