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Miércoles 17 de abril – Tu eterno consuelo

Miércoles 17 de abril – Tu eterno consuelo

“Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad y, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.”
‭‭Lucas‬ ‭7:11-17‬ ‭RVR1960‬
El pasaje anterior es conocido por todos: Jesús hizo otro milagro, resucitó al único hijo de una viuda de pueblo de Naín.  Pero lo relatado en estos versículos no sólo nos hablan de un milagro, nos hablan del desconsuelo que sentimos frente a la pérdida y del amor que fluye de Dios hacia nosotros en nuestros momentos de tristeza y aflicción.
Cuando más abatido está nuestro corazón más consuelo encontramos en Dios. Parece contradictorio, pero es la realidad.
Cuantas veces mientras clamamos -en medio de una prueba- escuchamos esas mismas palabras que nos dicen:  “No llores”.  Es en esos momentos en que a pesar de estar sumidos en una gran tristeza de repente sentimos paz. Esa Paz que viene del consuelo que nos da nuestro Padre quien nos ve llorar y por ello acude a nosotros, a lo mejor la respuesta no viene de inmediato o no es la que nosotros queremos, pero Dios acude a nosotros y nos brinda consuelo, nos da su eterno consuelo.
Permanecer con El, escuchando su voz, estando en intimidad con Dios Padre, desarrolla en nosotros fortaleza espiritual, pues somos conscientes de su cobertura y de su consuelo. Sabemos a quien debemos acudir y cómo actuar o caminar en todo momento para que su protección no se aparte de nosotros.  Ese consuelo que recibimos de Dios y que Jesús evidenció cada día, es parte del regalo que acompaña nuestra salvación.
No permitamos que voces ajenas a nuestra relación con Dios nos hagan dudar de que Dios está allí para cuidar de nosotros y darnos consuelo cuando lo necesitemos. Seamos como la viuda de Naín que dejo de llorar y recibió de Jesús consuelo y a su hijo con vida.
 Autora: Aleika De León de González