Ser confrontados
“Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.”
S. Lucas 6:44-45 RVR1960
El evangelio de Lucas expone una verdad que debe confrontarnos, es imposible que un hombre con un buen tesoro en su corazón pueda expresar algo malo, porque solo podrá expresar lo bueno que hay en Él. El buen tesoro es algo que se cultiva, no es algo que ocurre de la noche a la mañana. El tesoro son cosas guardadas, es todo aquello a lo que le damos mayor valor en nuestra vida. Un tesoro es algo que se trabaja con los años. Solo podremos tener un buen tesoro si tenemos claridad de aquello que debemos valorar. Por eso el buen tesoro, no es algo que nace de un día para otro, son cosas que se van acumulando en nuestra vida con el paso de los años en base a lo que más tiempo y esfuerzo invertimos.
Cuando empezamos la vida cristiana, muy difícilmente tendremos claridad de las cosas que se atesoraron en nuestro corazón. Por años se guardaron cosas en nuestro corazón que ocuparon un lugar que no le correspondía y cuando iniciamos esta vida cristiana debemos empezar a sacarlas, pero este proceso es muy doloroso porque son cosas que se han aferrado como tesoro en nosotros. Difícilmente podremos sacarlas por nuestras propias manos y en ocasiones necesitaremos de alguien que ya ha transitado ese camino para que nos apoye en ese proceso. Nuestra vida cristiana se ira formando a medida que empecemos a atesorar a Dios como primer lugar en nuestro corazón y comencemos a dejar lo que ocupo su lugar a un lado. El discipulado es una manifestación de alguien que reconoce que ya transito ese camino y comprende que otros necesitan apoyo para poder crecer, sin dejar a un lado que también necesita seguir creciendo, pero que ya ha alcanzado algunas cosas que le permiten apoyar a otros en el proceso.
Nuestras fallas son solamente el reflejo de lo que hay en nuestro corazón y pocas veces sacamos tiempo para analizar porque estamos cayendo en el mismo error una y otra vez, tomamos mas tiempo para culparnos y no para confrontarnos. El discipulado nos da ese espacio para ser confrontados y empezar a comprender aquello que me está desviando del propósito al cual Dios nos ha llamado. La confrontación es que se me diga aquello que yo no logro ver con mis propios ojos, es que se me muestre aquello que es claro para otro pero no para mí. Es un espacio en donde se analiza mi falla desde la perspectiva de alguien con mayor experiencia que me puede aportar sabiamente para que yo pueda crecer y corregir aquello que me hizo caer.
Si estas pasando por un tiempo de poco crecimiento y vez que sigues cayendo en la misma falla una y otra vez, es tiempo de que busques ayuda, no importa si llevas muchos años en alguna congregación, esto no tiene que ver con los años, sino con reconocer nuestra debilidad para que a través de la ayuda del cuerpo de Cristo puedas crecer hasta lograr vencer aquellas cosas que no dejan que logres vivir el propósito al cual Dios te ha llamado.
Permíteme orar por ti y si puedes repite esta oración conmigo: “Padre pon en mi camino aquella persona que has llamado a discipularme en este tiempo, que me acompañe en este proceso hasta poder reconocer tu voz claridad, para que seas tu quién me guié al propósito al cual me has llamado. Quita todo obstáculo que no me deja reconocer que necesito ayuda para crecer y permíteme dar fruto de lo que siempre has esperado de mi, en el nombre de Jesús, Amen.”
Autor: Jonathan Zapata