Discípulos para discipular
La figura del discípulo se basa en una interacción constante entre imitar, aprender y compartir.
A lo largo de la historia de Jesús como maestro vemos la dedicación que tuvo por las personas no cualificadas, llevando su mensaje a lugares donde casi no pisaban los maestros o rabinos de aquella época, enseñando en los momentos menos esperados y más cruciales.
La vida del maestro Jesús refleja a un hombre que siempre tuvo respuestas a los por qué de quienes querían anular sus enseñanzas, revelando una actitud intencional en todo lo que hacía. Él estaba poniendo las primeras semillas de lo que tenía que crecer en nosotros, dejando como ejemplo y asignación la tarea más importante de llevar su mensaje a todo nuestro alrededor, esto lo hizo, no describiendo quiénes eran los asignados, sino determinándola como tarea para cada persona que pasara a ser parte de su cuerpo como iglesia.
“Discípulos para discipular” era el deseo constante de Jesús y lo vemos reflejado en Mateo 5:16 que dice: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en los cielos”. Jesús estaba iluminando las vidas de estos discípulos a través de la verdad del reino de Dios y dando a conocer su voluntad de expandir la luz. Estas palabras tienen un gran peso de responsabilidad, son indicadoras de la fuerza de lo que compartimos con nuestra forma de vivir, una forma real y valiente de cumplir con el rol de un discípulo, una vida que va en función de tener una misión en cada cosa que se hace, manteniendo un “por qué y para qué” en todo.
Nuestras vidas no giran en función de nosotros mismo y nuestra comodidad, se trata de ir más allá, se trata de levantarnos cada día preparando un mensaje de vida para los que son parte de nuestro entorno.
Los discípulos somos gente intencional en todo lo que hacemos.
Tenemos la responsabilidad de compartir y enseñar la vida en Jesús, sabiendo que no es cuestión de un grupo de personas de mucho conocimiento sino que es una tarea de todos.
Así que, “comparte la fe a través de tu historia en tu mundo, en la gente que te rodea, llevando siempre en tus pensamientos y actitudes la figura de un discípulo para discipular, en otras palabras, alguien formado para formar, manteniéndote siempre con la meta diaria de mostrar a Jesús en todo lo que hagas”.
Sé un discípulo intencional. Sé un discípulo para discipular.
Autora: Lianeth Sánchez