Viernes 19 Abril – Un lugar de seguridad y esperanza eterna
“Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.”
Salmos 91:2 RVR1960
Toda persona necesita estar segura de su bienestar y seguridad. Por ejemplo, no nos gusta preocuparnos de ladrones en nuestro hogar o que no tengamos una casa donde estar seguros. Las personas valoramos la buena salud, así como la seguridad personal, física y financiera.
En el pasaje con el que iniciamos, el salmista nos da una profunda visión acerca de la seguridad.
En primer lugar, nos habla un lugar seguro.
En la antigüedad, los pueblos y ciudadanos sentían seguridad por el lugar donde habitaban. Muchos reinos e imperios aseguraban sus ciudades levantando muros; recordemos el ejemplo de Jericó y en un lugar más conocido hoy en día, la gran muralla China, pueblos e imperios seguros en su propia fuerza.
El salmista nos muestra que el lugar de seguridad es el Altísimo, poner nuestra confianza y seguridad en Dios es garantía que Él estará con y para nosotros, en aquellas necesidades profundas que tú y yo experimentamos y en qué ocasiones sufrimos en silencio.
Poner nuestra confianza en Dios trae a nuestra vida paz, porque sabemos que en aquello que no podemos, nuestro Omnipotente Señor puede. Él es nuestro castillo. Todo castillo se constituye en lugar de honra y lugar de honor.
Estar bajo la cobertura de Dios, nos eleva a un lugar de honra. La palabra del Señor dice: “El Señor honra a los que le honra”.
En segundo lugar, nos dice en Dios hay esperanza.
Jesús nos ama y vino a este mundo con un propósito que trasciende los tiempos. Un día como hoy, hace dos mil años, entregó su vida por ti y por mi, se dio a la muerte para darnos seguridad eterna.
Murió y resucitó tres días después. Su resurrección es la más poderosa demostración de seguridad, Jesus dijo: si yo vivo ustedes también vivirán. Esta es nuestra esperanza, su cruz nos regalo una salvación que nos posiciona en un lugar de seguridad eterna.
Deseas vivir esta seguridad que Jesús nos ofreció en la cruz, acéptalo hoy como tú Señor y tú Salvador, recibe el regalo de vida eterna y di con todo tu corazón como dijo el salmista
“Salvación mía y castillo mío,
Mi Dios en quien confiaré.”
Autor: Rafael Chavarria