Miércoles 20 Febrero – Tiempo de Intimidad
“Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia.”
Isaías 26:9
Cuando más aprendamos a estar en la presencia de Dios, a oír su voz y disfrutar de su quietud, mayor intimidad con Él desarrollaremos. La intimidad es una relación de amistad muy estrecha, muy cercana y de gran confianza. No con todas las personas tenemos tiempo de intimidad. Pero con Dios es diferente, debemos anhelar y buscar ese tiempo. Es algo que debe nacer de nosotros. Debemos tener sed y hambre de su presencia y entre más sea la intimidad que tengamos con Dios más podremos ver sus maravillas.
Como dice Isaías “..mi alma te ha deseado en la noche…. madrugaré a buscarte…” Así debe ser mi relación con Dios una constante búsqueda, de mañana y de noche. No es tarea fácil pero se desarrolla creando un lazo de dependencia y necesidad de Dios, así lo hizo Jesús y por ello su relación con Dios Padre fue tan intima (Juan 14:12)
Jesús buscaba a Dios en ese lugar secreto, su intimidad con Dios era constante, a través de la oración, para tener esa comunión, su vida fue completamente entrega a esa intimidad con su Padre (Lucas 5:16; Marcos 6:46; Juan 17:1-26; Lucas 22:41)
Lo mismo hizo David (Salmos 61:4 – Salmos 63:1), aunque tenían la certeza de que Dios siempre estaba con ellos, seguían teniendo la necesidad de tener tiempo de intimidad con EL.
Esa intimidad se encuentra cuando vamos a ese lugar secreto, a esa morada espiritual donde nos encontramos con Dios. Como en toda relación la intimidad no va a surgir de la noche a la mañana, será un proceso, pero nosotros tenemos una parte fundamental en el mismo, debemos dejarnos guiar por el Espíritu Santo para llegar al Padre y ser sus hijos.
Oremos: Padre, anhelo tu presencia, anhelo nuestro encuentro diario, permite que mi búsqueda de ti crezca cada día, que nuestra relación sea de día y de noche, para que la intimidad de la misma sea profunda y oírte y esperarte sean mis constantes.
Autor: Aleika De León de González