Martes 14 de Mayo – Minuto a minuto
Un día tiene 1,440 minutos. Han intentado ver que se puede hacer un minuto? Yo hice la prueba hace días atrás: Calentar mi almuerzo en microonda, enviar un mensaje de texto a mi esposo para decirle que lo amaba y que debía comprar las cosas para el desayuno, fregar mi plato, cubiertos y vaso, Dar gracias a Dios por los alimentos y muchas mas….. Bastantes, verdad?
Pero en un minuto también pueden pasar cosas negativas, distraernos cuando manejamos porque contestamos el celular o enviamos un mensaje de texto, no ver la jugada que termino en un gol o en una carrera anotada y que dio el triunfo al equipo al que apoyamos, y así…. Un minuto tiene una gran importancia y cuando los unimos completamos una hora y así pasa el día en un abrir y cerrar de ojos. Nos despertamos, nos aseamos, desayunamos, vestimos, nos vamos a trabajar, regresamos a casa, cenamos, nos despejamos y nos acostamos y paso todo un día sin hablar con Dios. Que tristeza y que vació tan grande.
Se acuerdan de Marta, la hermana de Jairo? Pues a ella los minutos se le iban volando y llego a tener al maestro Jesús en su casa y no lo aprovecho:
“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” Luc. 10:38-42
Tan afanada, ocupada, cargada de cosas estaba Marta que no veía la más importante delante de sus propias narices. Así nos pasa a nosotros. Permitimos que pasen minutos, que se convierten en horas y luego en días, semanas y hasta meses, sin que busquemos la presencia de Dios, sin que extrañemos el compartir nuestros anhelos con El. Esa apatía que nos embarga en mucha ocasiones y nos aleja de su presencia es la mayor, y más peligrosa, distracción que nos ocurre.
No permitamos que los minutos se nos escurran de las manos como agua. No seamos Marta y menos si ya hemos conocido lo que es estar en la presencia de Dios. Unamos los minutos y minuto a minuto construyamos (o reconstruyamos) nuestra relación con Dios.
Autora: Aleika De León de Gonzalez