Digamos que estás frente a una línea de sombreros y cada uno tiene enfrente las siguientes etiquetas: siervo, pecador, necesitado, agobiado, hijo, indefenso, creación, redimido. Si tuvieses que elegir un sombrero que representa la forma en la que te presentas ante Dios, qué sombrero usarías?
Cada uno de estos sombreros representan la identidad con la que nos acercamos a Dios y con ello expresamos la manifestación que deseamos que nos sea revelada. Podemos desear ver manifestado a Dios, Todopoderoso y Hacedor de Milagros; o a Jehová Jireh, Dios Proveedor; en ocasiones nos acercamos a Dios buscando al Salvador para que limpie nuestro pecado o sane enfermedades y así podemos acercarnos a Jehová Nissi, Shalom o Rapha.
¿Qué sombrero crees que usaba Jesús? ««Abba, Padre —clamó—, todo es posible para ti…» (Marcos 14:36 NTV)
La palabra Abba proviene del arameo y significa Papá o Papito. Era un término utilizado en la vida familiar por un hijo mayor en sentido de intimidad, respeto y confianza.
Creo que el sombrero preferido de Jesús era el de “Hijo” y esta identidad constituyó el motor de su andar en la tierra. Como vimos ayer, toda acción o Palabra de Jesús era enteramente dirigida por el Padre y tanto en las alegrías, como en sus momentos de angustia y dolor Su corazón solo podía desear estar frente a Él. La puerta de comunión entre ellos nos enseña el nivel de intimidad que tenían; era una relación en la que Dios era su “Papito” y Él era el “Hijo del Hombre”.
La sangre de Jesús nos acercó al Padre, nos adoptó y puso en nuestros corazones el Espíritu de Hijos. Cuando nos acercamos a Él en calidad de Hijos, somos expuestos a Su plenitud y en ella nos son manifestados sus atributos – Todopoderoso, Proveedor, Príncipe de Paz, Salvador… de hecho, la manifestación de sus atributos es su forma de mostrarnos Su propia identidad – Padre amoroso.
Te invito a usar el sombrero de Hijo que te ha sido dado y experimentar la plenitud del Padre. Eleva una oración con tus propias palabras, crea tu espacio de intimidad con Papito y deléitate en la hermosura de Su Santidad. Simplemente… disfrútale.
Autor: Keila Alabarca