Aquel que con frecuencia no atiende a algo a lo que debería atender es una persona distraída.
Caminar por la vida distraído va a causarnos innumerables problemas, tropiezos y accidentes. Hay todo tipo de distracciones, pero las realmente preocupantes son aquellas que nos apartan de tener una relación íntima con Dios Padre.
Algunas distracciones son fáciles de identificar: ver televisión, trabajar en exceso, alguna adicción, pero hay otras distracciones que se ocultas o mimetizan de forma tan sutil que no es perceptible a nuestros ojos o a los ojos de los demás.
Podemos tener una vida consagrada al servicio De Dios, a ayudar a otros, a participar de las actividades de nuestra congregación, a ser oído y hombro para todo aquel que está angustiado, pero aún así estar distraído y no mantener activa nuestra relación con Dios. Es esta la distracción que es más peligrosa, pues nos engaña a nosotros mismos. Nos convencemos de que estamos en la senda correcta y que ya el camino a ese primer amor fue recorrido por lo que no necesitamos volverlo a andar. Que equivocado estamos. Hagamos un alto y si apreciamos alguna distracción que nos haga pensar que ya todo lo necesario en mi relación con Dios fue hecho, escrito o hablado, entonces indudablemente estamos distraídos.
La relación con nuestro Padre nunca acaba. Siempre seremos hijos y como tales vamos a necesitar de Él, de su contacto y de su influencia en nuestra vida. Bien lo dijo Pablo en Colosenses:
“Así que, desde que supimos de ustedes, no dejamos de tenerlos presentes en nuestras oraciones. Le pedimos a Dios que les dé pleno conocimiento de su voluntad y que les conceda sabiduría y comprensión espiritual. Entonces la forma en que vivan siempre honrará y agradará al Señor, y sus vidas producirán toda clase de buenos frutos. Mientras tanto, irán creciendo a medida que aprendan a conocer a Dios más y más.”
Colosenses 1:9-10 NTV
Para este conocimiento y generación de buenos frutos tenemos que cultivar esa relación con Dios, dejando de ser distraídos en lo que a nuestra intimidad con Dios se refiera.
Si te reconoces como un distraído, acéptalo, deja a un lado esa distracción y concéntrate en lo realmente importante, que es darle tu vida a Dios para que él nos use todos los días. Acude a ese lugar donde conectas con Dios y entra en su presencia todos los días, manteniendo tu mirada puesta en El.
Autora: Aleika De León de González