“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.”
Romanos 8:15-16.
Todos de manera consciente o inconsciente, tenemos la capacidad de adquirir conocimientos, comprender nuestro entorno y actuar en consecuencia a las experiencias que vivimos; es decir, que captamos información a través de nuestros sentidos, e interpretamos cada uno de estas en base a las experiencias previas vividas y hacemos manifiestas nuestras interpretaciones a través de nuestras acciones o conductas.
Esto nos lleva a comprender un poco más acerca de la experiencia que Adán vivió en el Huerto. Entre los capítulos del 1 al 3 de Génesis, podemos ver como era la relación de Dios, con el hombre. Una, la relación que Dios anhela con sus hijos: “CARA A CARA”, sin embargo, una vez Adán desobedece al mandato de Dios, sus ojos (sentidos) son abiertos, y pudo percibir su desobediencia (su pecado), lo que llevo a que codificará lo que había sucedido, por ende, su acción fue esconderse, por miedo a la reacción que Dios pudiera tener con Él. Esto fue algo que jamás había experimentado, fue una experiencia que lo marcó de por vida, que al día de hoy repercute en la humanidad. Desde ese momento la percepción de Adán no fue grata, ya no percibía su relación con Dios de la misma manera. Una relación natural y sin estorbos; sino al contrario sentía que ya no era digno de estar cerca de Dios.
Increíblemente este relato que hemos leído muchas veces es el que a diario experimentamos cuando los afanes nos impiden escuchar a Dios, una vez que el enemigo se ocupa de confundir nuestros sentidos y mente, nos esclaviza a vivir una vida de devoción y comunión mediocre con nuestro Jesús que radica en el miedo y no en el amor por permanecer en Él. De esta forma el enemigo distorsiona nuestra percepción de lo que somos delante de Dios y como éste nos ve. Nuestra percepción de quienes somos en Dios, define nuestra relación con Él. Dios espera a diario un CARA A CARA con sus hijos, y a medida que nos acercamos en este encuentro, aprenderemos que tenemos un Padre que nos ama, corrige y disciplina, cuando es necesario, con el fin de perfeccionarnos.
En un momento de mi vida mi relación con Dios fue como la de un esclavo, en la cual debía cumplir con muchas cosas para así obtener el favor de mi Señor, por ende, cuando fallaba y pecaba en alguna forma, me desacreditaba yo mismo y me lamentaba durante días; sin embargo, un domingo orando en la iglesia, Jesús habló a mi corazón y me dijo: “No has hecho nada y no hay nada que hagas para que yo te ame menos de lo que te amo”. Desde ese momento pude percibir mi relación con Dios de otra forma, en la que soy privilegiado por ser su hijo y no por mérito mío, sino porque fui adoptado y elegido por Él. Su amor supera debilidades, conceptos humanos, pecado y errores. El sacrificio de Jesús por nosotros supera todas estas barreras, el fue la personificación del amor de Dios hacia nosotros. Y esto no quiere decir que tengo libre acceso para hacer lo que quiero sino al contrario, este favor inmerecido me confronta, porque a pesar de mis errores el me ama y espera un crecimiento de mí en alguien mejor cada día, esto me lleva a luchar por permanecer en su presencia para ser formado a su imagen y semejanza.
Toma un tiempo hoy para conocer más acerca de Jesús, y permite que hable a tu corazón, de seguro el Padre tiene muchas cosas que decirte.
Dios te bendiga
Autor. Jonatan Lezcano