Cristo no vino a este mundo para agradar al hombre ni para buscar su reconocimiento, vino para cumplir el plan de Dios.
En muchas ocasiones nos dejamos llevar por lo que los demás quieren y no por lo que nosotros debemos hacer, es decir que tratamos siempre de agradar a los otros. En el mundo estamos llenos de personas que intentan complacer, buscar reconocimiento o agrado de otras y esto no es malo, siempre y cuando no dejemos a un lado lo que es verdaderamente importante: cumplir con el plan que Dios trazo para nosotros.
No seamos como aquellos judíos que creían en Jesús, que escuchaban lo que Él decía, pero que por temor a lo que dijeran los fariseos y a que los expulsaran de la sinagoga lo negaban, pues preferían el reconocimiento de esos fariseos -es decir del hombre- en vez de ser llamados siervos de Dios. (Jn. 12:41-43)
En la actualidad ocurre lo mismo, estamos en un mundo donde todos buscamos como agradar a los demás, ya sea con nuestros actos, costumbres o forma de pensar; de allí que surjan modas y que muchos busquen imitar comportamientos de otros, todo para agradar y ser aceptados. Y esto no es del todo malo, pero si ese querer agradar o buscar el reconocimiento de terceros nos lleva a alejarnos del propósito de Dios en nuestras vidas, entonces debemos reconsiderar lo que estamos haciendo.
Es cierto que vivimos en el mundo, pero debemos recordar que no somos del mundo. No es el reconocimiento de los hombres lo que debemos buscar. Cuando aceptamos a Cristo y dejamos a ese viejo hombre y nos convertimos en una nueva criatura, a partir de allí solo nos debe importar el reconocimiento de Dios. Todo aquello que nos aleje de su gloria y de su agrado, es contrario a Él.
Cristo vino a cumplir el plan de Dios que era ser sacrificado como ese cordero para redimirnos con su sangre y de esta manera salvarnos. Jesús no vino a complacer y ese ejemplo de no complacencia hacia los hombres que Jesús nos dio es el que debemos seguir. Todos queremos que nos acepten, pero es la aceptación de nuestro Padre la que debemos anhelar y al hacerlo todo lo demás vendrá por añadidura (Mt. 6:33)
Por eso preguntémonos, de quien buscamos el reconocimiento? En quien tenemos puesta nuestra mirada? Si la respuesta es del hombre, revalúa lo que haces.