¿A quién buscamos agradar?

La necesidad de aprobación es la tendencia de querer la aceptación de los demás para sentirse bien psicológicamente, tomar decisiones y en general ser feliz.

“Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.” Gálatas 1:10 (RVR1960)

La sociedad de hoy nos impone prototipos o modelos para ser aceptados, los cuales han desviado la mirada de nuestro perfecto modelo a seguir… Jesús! Hebreos 12:2 no lo puede expresar con mayor claridad: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…”

Es por ello por lo que debemos esforzarnos en conocer nuestra identidad en Cristo a través de su Palabra.

Somos un diseño único y especial, Génesis 1:26 nos dice que fuimos creados conforme a su imagen y semejanza, por lo que no necesitamos encajar dentro de los prototipos o modelos impuestos por la sociedad, sino que debemos alinearnos con el carácter de Cristo y su propósito divino. 1 Juan 2:6 “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.”

¡Toma el reto de vivir para agradar a Dios!

La integridad en el corazón

En Daniel 1:8 vemos una historia con escenas que impactan y ayudan a seguir firmes en nuestra convicción, siempre dejando en alto nuestra integridad.

Daniel y sus compañeros por motivo del servicio civil se vieron obligados a permanecer reclutados en Babilonia y a comer y beber la comida que el rey dedicaba a sus dioses.  Esta participación los llevaría a quebrantar la ley judía; situación difícil, ya que los mantenía en un sí o en un no respecto a abandonar su identidad.

Sobre este sentido, Yokoi Kenyi dice:  Integridad “Habla de lo que soy, lo que pienso y lo que hago; aunque nadie me esté viendo” y la Honestidad “Habla de lo que hago, lo que digo y de mis actos públicos”.

Es allí que el proponerse viene a ser una manifestación con razones para conocimiento o el entendimiento de alguien.  Daniel y sus amigos oraban para mantenerse fiel a Dios e íntegros de corazón. Él estaba en el palacio, pero no participaba de lo que estaba en el palacio.

Yo puedo asistir a una reunión familiar en donde la mayoría no son convertidos o una fiesta con compañeros de oficina presentarme con regalos y demás, pero esto no quiere decir que debo participar de sus malas palabras, bailes y bebidas… No. Es allí que debo marcar la diferencia. “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” 1 Cor. 10:23

Algunas veces vendrán oportunidades que debemos saber escoger; ya que si no estamos identificados con lo que somos o debemos ser, podemos ser presa fácil para dar mal testimonio. Pero, para eso está la oración.

Cuando leemos en Daniel 1:8, vemos cuatro características

  • Propuso en su corazón no contaminarse… (no profanar) él oró fuertemente a Dios.

    Cuando nos proponemos no ofender a Dios ni contristar al Espíritu Santo; ahí vemos el respaldo de su misericordia.

  • Pidió permiso… Él podía comer lo que a él le venía en gana, pero sentía en su corazón que su relación con Dios era algo reverente. Cuando nos damos cuenta que lo que voy hacer o decir va a ofender a Dios; o va a dañar mi vida espiritual lo más sano (hablando espiritualmente) es apartarse con gentileza y Dios hará el resto.
  • Dios permitió que… Es allí que Daniel haya gracia delante de sus líderes o jefe y le solicita el no comer de los alimentos que presentaban para ellos. Y Dios hace la obra. Cuando se presentan situaciones que como cristianos no deseamos hablar de esto o aquello, suelen decir que no queremos participar y nos comparan. En estos casos lo único que debe interesarme es lo que piensa Dios de mi.
  • Se mantiene firme en su decisión… Cuando decidimos agradar a Dios y no a los hombres, Dios se encargará de exaltarnos. Es cierto que Daniel podía comer y seguir orando, pero que de su relación con Dios? Es por eso que si sabes que al ir a ese lugar o lugares te va a ser sentir mal; no vayas por agradar a un amigo o compañero de labores, pues no, agrada a Dios y todo saldrá bien. Proverbio 4:4-7

En todo esto mi corazón debe estar dispuesto. Una vida de buen testimonio haya gracia delante de muchos… Ser cortés siempre… En tus labores mantén tus tareas al día, ordenadas y verás que cuando deseas algo para tu bienestar; nunca te negarán alguna solicitud que tengas que realizar. Dios siempre nos dará la gracia, la salida y la victoria. ¿Por qué? por nuestro testimonio y nuestra forma de conducirnos y de expresarnos pero sobre todo porque amamos a Dios y queremos agradarle en todo.

A Dios o a los hombres…

Para agradar a Dios tenemos que tomar una decisión, resistir a la tentación, confiar en la palabra de Dios y mantener una vida de obediencia. Daniel decidió agradar a Dios en lugar de a los hombres (Daniel 1:8)

1. Tomar una decisión.
Daniel tomo la decisión de no contaminarse. Daniel decidió no comer de esa comida debido a que la carne probablemente era cerdo u otra comida prohibida en Levítico, misma que no estaba preparada de acuerdo a la ley judía y sacrificada para los ídolos. Uno de los beneficios de ser entrenado en el servicio real era comer de la mesa del rey y a pesar de tener este privilegio, Daniel con todo tacto eligió un menú diferente y demostró que fue una elección más saludable agradando a Dios antes que a los hombres. Daniel a pesar de que estaba en una cultura diferente que no honraba a Dios siguió agradando a Dios por encima de los hombres. Debemos de agradar a Dios en medio de las dificultades.

2. Resistir la tentación.
Es más fácil resistir la tentación si uno fortalece sus convicciones antes de que llegue la tentación.  Daniel y sus amigos tomaron la decisión de ser fieles a las leyes de Dios y no ceder a la tentación de probar la comida del rey. En muchas ocasiones nos vemos presionados a bajar nuestras normas y vivir más como el mundo que nos rodea, no basta con preferir o hacer la voluntad de Dios para resistir los embates de la tentación, como Daniel debemos proponernos obedecer a Dios.

3. Confiar en Su Palabra.
Dios se movió con mano invisible para tocar el corazón del funcionario babilónico, la fuerte convicción de aquellos cuatro jóvenes lo impactaron. Dios promete estar con nosotros en momentos difíciles y siempre nos va a respaldar. Mantengamos firmes en Su Palabra que es poderosa para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos según el poder que actúa en nosotros.

4. Mantener una vida de obediencia.
Es sabio hacer que la confianza y la obediencia a Dios sea nuestro verdadero propósito en la vida, esto nos dará seguridad y paz. A pesar de las circunstancias y las consecuencias, no debemos obedecer a cualquiera que nos pida desobedecer a Dios. Nuestra lealtad primeramente debe ser para Dios, para cumplir nuestro propósito en la vida necesitamos poder de permanencia. No permitamos que lo que nos hace diferentes como cristianos se diluya, seamos constantes en nuestras oraciones y convicciones, permanezcamos firmes en nuestra integridad y contentemos con servir a Dios en cualquier lugar donde El nos ponga.  Confiemos en que Dios estará con nosotros a lo largo de las pruebas debido que Él promete que lo estará, como Él ha sido fiel con nosotros, debemos permanecer fieles a Él.

Reconocimiento… de quién?

Cristo no vino a este mundo para agradar al hombre ni para buscar su reconocimiento, vino para cumplir el plan de Dios.

En muchas ocasiones nos dejamos llevar por lo que los demás quieren y no por lo que nosotros debemos hacer, es decir que tratamos siempre de agradar a los otros. En el mundo estamos llenos de personas que intentan complacer, buscar reconocimiento o agrado de otras y esto no es malo, siempre y cuando no dejemos a un lado lo que es verdaderamente importante: cumplir con el plan que Dios trazo para nosotros.

No seamos como aquellos judíos que creían en Jesús, que escuchaban lo que Él decía, pero que por temor a lo que dijeran los fariseos y a que los expulsaran de la sinagoga lo negaban, pues preferían el reconocimiento de esos fariseos -es decir del hombre- en vez de ser llamados siervos de Dios. (Jn. 12:41-43)

En la actualidad ocurre lo mismo, estamos en un mundo donde todos buscamos como agradar a los demás, ya sea con nuestros actos, costumbres o forma de pensar; de allí que surjan modas y que muchos busquen imitar comportamientos de otros, todo para agradar y ser aceptados.   Y esto no es del todo malo, pero si ese querer agradar o buscar el reconocimiento de terceros nos lleva a alejarnos del propósito de Dios en nuestras vidas, entonces debemos reconsiderar lo que estamos haciendo.

Es cierto que vivimos en el mundo, pero debemos recordar que no somos del mundo. No es el reconocimiento de los hombres lo que debemos buscar.  Cuando aceptamos a Cristo y dejamos a ese viejo hombre y nos convertimos en una nueva criatura, a partir de allí solo nos debe importar el reconocimiento de Dios. Todo aquello que nos aleje de su gloria y de su agrado, es contrario a Él.

Cristo vino a cumplir el plan de Dios que era ser sacrificado como ese cordero para redimirnos con su sangre y de esta manera salvarnos. Jesús no vino a complacer y ese ejemplo de no complacencia hacia los hombres que Jesús nos dio es el que debemos seguir.   Todos queremos que nos acepten, pero es la aceptación de nuestro Padre la que debemos anhelar y al hacerlo todo lo demás vendrá por añadidura (Mt. 6:33)

Por eso preguntémonos, de quien buscamos el reconocimiento?  En quien tenemos puesta nuestra mirada? Si la respuesta es del hombre, revalúa lo que haces.

 

 

 

Cicatrices

Haces unos días atrás, leí una novela cuyo protagonista era un joven que sufrió un terrible accidente con un alambre de púas.  Este accidente dejo marcado todo su cuerpo con cicatrices profundas y visibles que causaban una gran repulsión a los ojos de terceros.  Su madre era la única que lo miraba sin asombro, pero para él esto no era suficiente y siempre pensaba que nadie lo quería, lo cual lo llevo a ocultarse de la vista de los demás para evitar las miradas curiosas de lástima, compasión y horror, pues sabia que no era agradable a los demás.

A veces pienso que muchos de nosotros tenemos esas mismas cicatrices que aunque no son visibles a los ojos externos, nos marcan, duelen e hieren, haciéndonos pensar que no somos dignos del amor de nadie, pues esas cicatrices son el constante recordatorio de que algo en nosotros no esta bien, causándonos un gran dolor por no poder agradar a los que nos rodean.  Es parte de la naturaleza humana querer agradar a los demás, es muy importante ser aceptados por otros, no solo en el aspecto físico, sino también en el emocional,  y cuan difícil debió haber sido para este joven lleno de cicatrices grotescas, poder agradar visualmente a quienes lo rodeaban.

Así mismo, nosotros aunque no tenemos cicatrices visibles, igual queremos esa constante aprobación de los demás, y en muchas ocasiones por buscar esa aprobación nos convertimos en quienes no somos, sin saber o recordar que hay uno solo que nos ama tal y como somos, pues somos su hechura.  La madre del joven siempre le recordaba que buscara el amor de Dios pues era el único amor que lo llenaría plenamente y no viera en los hombres aquello que le faltaba.

Cuando llegamos a los pies de Cristo y descubrimos que por SU amor fuimos salvos,  nos damos cuenta de que es ÉL, el único al que tenemos que agradar y que Dios no necesita que nuestra apariencia física sea perfecta para ello. Dios toma nuestras cicatrices y las transforma. El joven de la historia tuvo que sufrir mucho hasta que logro aceptarse así mismo a través del amor y el servicio a Dios.  Bien decía Pablo en Gálatas 1:10 “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.”

Piénsenlo, a quien queremos agradar?